martes, 17 de junio de 2014

LA VIDA CON OTROS OJOS



La ONCE presta un apoyo personalizado a sus afiliados para su inserción laboral. Una mayor formación y el disponer de más y mejores medios favorecen los resultados

Culminar con éxito el itinerario hacia la inclusión laboral de sus afiliados. En ese objetivo está volcada la ONCE y, para ello, dispone de una herramienta fundamental como es la ‘Guía de Recursos para el Empleo’ que incluye las acciones, medios y servicios con los que cuenta para conseguir este fin. «Prestamos un apoyo a la carta, muy personalizado», destaca Deisy Villagrán, especialista en Integración Laboral de la Delegación Territorial de Castilla y León, quien añade, además, que el Plan de Inserción con el que trabajan abarca distintas facetas de la persona. De hecho, intervienen en él una trabajadora social, un psicólogo, un técnico de rehabilitación integral y una instructora en tiflotecnología (instruye en el manejo de las adaptaciones).

En este sentido, la directora de la Agencia Administrativa de Burgos, Raquel Pérez, se muestra satisfecha con los resultados:«Estamos consiguiendo bastantes logros con la gente joven, que tiene ilusión y muchos objetivos. Yes que, afortunadamente, cada día los jóvenes se forman más, una situación muy diferente a la que había hace 30 ó 40 años». Asimismo los avances tecnológicos contribuyen a que esa tarea sea cada vez más fácil.

En la misma línea, Villagrán destaca los pasos que se han dado en los últimos años en lo que respecta a la inclusión educativa en la «escuela normalizada» de personas ciegas. «Es prácticamente total. Después, muchas de estas personas estudian Formación Profesional o acceden a la Universidad y en estos casos nuestro objetivo es que se puedan luego insertar en la sociedad, que eso sea una evolución natural», añade.

Además, ambas confirman que actualmente hay en Burgos medio centenar de afiliados a la ONCE que están trabajando. «Se trata, o bien de personas ciegas totalmente, o que en ambos ojos, con corrección óptica, tienen un campo visual inferior al 10% o una agudeza visual inferior al 10%», detalla Pérez. Junto a ellos, ahora hay una docena de personas que están buscando empleo.


DESCONFIANZA. En cuanto a las principales dificultades con que se encuentran en el camino, Villagrán es tajante: «A nivel de pymes, es la desconfianza por parte de los empresarios sobre todo por desconocimiento. Y es que siempre que hablas de una persona con discapacidad visual, lo primero que piensan es que es ciega total sin saber la funcionalidad que tiene y cómo trabaja». Y añade:

«Evidentemente hay limitaciones, pero limitaciones tenemos todos».


En todo caso, la Fundación ONCE tiene firmados algunos convenios con algunas empresas y aunque los campos en los que trabajan sus afiliados son muy diversos, Villagrán alude a que uno de los que tiene actualmente más salidas es el telemárketing. «En esta materia estamos haciendo mucha formación. Hace algo más de un mes finalizó un curso en León de teleoperador informático en el que han participado seis afiliadas a la ONCE. Y con buenos resultados porque es un campo muy adaptado», apunta.

Finalmente, ambas insisten en que puesto que la atención que se presta es muy personalizada, «trabajamos con las empresas los perfiles de demandantes que tenemos». Y esa labor de apoyo, ayuda y asesoramiento se traduce en que cada vez el abanico de posibilidades laborales para estas personas es mayor. Afortunadamente.

Rubén Martínez, estudiante de la UBU y vendedor de la ONCE

«Primero lo acepté con resignación;luego con optimismo»

Está a punto de presentar un trabajo sobre cómo hacer accesible la Catedral de Burgos a las personas con discapacidad visual. Se trata de un interesante y curioso proyecto en el que Rubén Martínez, licenciado en Humanidades, lleva trabajando varios meses junto a su tutora y la ONCE y que supondrá el final del máster que ha realizado este curso en la UBU sobre Patrimonio yComunicación. «Es todo un reto. Se trata de conseguir que una persona con discapacidad visual pueda valorar lo que tiene delante con la misma intensidad que alguien que ve». Yreconoce que si el dossier que va a presentar tiene la respuesta que espera, podría después realizar el doctorado.
Desde octubre de 2013, además, compagina sus estudios con su trabajo a media jornada vendiendo cupones. «Tengo la suerte de que para mí el empleo no es un problema y me encuentro en una situación relativamente cómoda, aunque tengo que reconocer que al principio fue duro porque apenas tenía tiempo libre», cuenta.

De cara al futuro, aunque aún no lo tiene decidido, le gustaría poder trabajar en un museo o en algún puesto vinculado al turismo. Tampoco descarta trabajar en accesibilidad para poder ayudar a personas con discapacidad. «Pero estoy abierto a cualquier expectativa».


A sus 25 años, Rubén -que estudió un Erasmus en el curso 2011-12 en la Universidad de Exeter (Gran Bretaña)- alude a dos personas, Teresa y Nati, que le han ayudado a que su día a día en la Universidad haya sido más fácil. La primera, su profesora dentro de la ONCE; la segunda, la responsable de la Unidad de Apoyo a Estudiantes con Discapacidad. «Son maravillosas y me han echado una mano siempre que lo he necesitado. Por un lado, en cuanto a los materiales que he precisado;por otro, en mi relación con los profesores». Junto a ello, alude también a la buena relación que siempre ha tenido con sus compañeros.

Respecto a su discapacidad, Rubén recuerda que hasta los 17 o 18 años veía bien, pero que a raíz de un acccidente se quedó ciego. 

«No soy de reinvidicar. Sólo me gustaría animar a la gente a que no tenga miedo a ayudar a cualquier persona con discapacidad visual. Y a los ciegos, les diría que salgan a la calle y sean uno más porque tienen los mismos derechos. Y se puede», destaca. De hecho, hace hincapié en que se siente «completamente integrado». Para él, el bastón «es un lujo porque me ayuda muchísimo. Y es que aunque todavía veo un poco, por las noches es esencial».

Durante toda la entrevista deja constancia de su buen sentido del humor, algo que seguro le ha ayudado a salir adelante y a encarar su situación con valentía. «Primero lo acepté con resignación, luego con optimismo». Es más, asegura que no le costó asumirlo:«Otra cosa es que fuera fácil llevarlo. Lo cierto es que siempre me negué a quedarme encerrado en casa». En este punto tiene un recuerdo especial para sus padres y su hermana, que -resalta- siempre le han ayudado a tirar para adelante. «Y me gustaría agradecérselo especialmente a mi madre. Fue la primera que estuvo ahí y ahora puedo decir con orgullo que soy yo el que la ayuda a ella porque soy uno más en la casa».

En su escaso tiempo libre confiesa que le encanta viajar y estar con sus amigos. «Me apasiona el interraíl. He viajado por más de 15 países europeos, aunque todavía me sabe a poco. Pero primero quiero patearm
e Europa. Luego, quizá, salte el charco».

Rubén tiene además un grupo de amigos de 18 a 30 años, todos ciegos o con discapacidad visual, que son de varios lugares de la provincia y también de Soria, y que se reúnen de vez en cuando. «Somos un grupo heterogéneo, pero con un problema común y a todos nos gusta compartir experiencias».A buen seguro que en esas charlas hablan sobre su futuro, al que él se refiere con esta frase: «Lo veo todo negro pero lo tengo todo claro».

Andrea Mínguez, profesora de inglés
«No me han regalado nada; he ido como las hormiguitas»
De pequeña quería ser profesora de inglés y ha podido cumplir su sueño. Se sacó la oposición en 2010 (por cierto, a la primera) y confiesa que el reto le costó «muchísimo». De hecho, cuenta que tuvo que prepararse 69 temas generales y 15 unidades didácticas. «Para mí fue un gran triunfo», asegura, satisfecha. Yes que recuerda que la ONCE le transcribe todos los libros, pero como es un trabajo que se prolonga en el tiempo, de media entre tres y seis meses, necesita hacerlo con la mayor antelación posible.

Superado ese escollo, empezó a trabajar. Éste es el cuarto año en el que Andrea Mínguez imparte clases en el IES Félix Rodríguez de la Fuente, y lo hace a alumnos de entre 12 y 18 años, dependiendo de los cursos que le adjudiquen. Además, curiosamente es docente en el instituto en el que ella estudió. «Es algo que me hace especial ilusión. Estoy muy contenta», explica, minutos antes de entrar en clase. Por eso, confía en poder seguir trabajando en el mismo centro los próximos años. «Ya me lo conozco; tengo el mismo aula donde puedo tener mis libros, que soy muy pesados... Yeso para mi discapacidad es fundamental. Lo contrario supondría para mí volver a empezar», añade.

Además de su bastón, Andrea cuenta con otra ayuda fundamental:su profesora de apoyo, Natalia Revenga. «Ella me ayuda sobre todo a guardar orden en la clase y comprobar que los alumnos hacen las tareas», relata, al tiempo que destaca el apoyo que ha recibido en estos años de los estudiantes:«Son muy respetuosos».

Respecto a sus compañeros, entiende «que el primer año les costara un poco adaptarse a mí por mi discapacidad, que fuera un flash», pero cree que el paso del tiempo ha sido positivo en este sentido. A este respecto, se muestra muy agradecida al director del instituto, Eusebio Miguel, «por la acogida y el apoyo que me ha brindado», y asimismo destaca la enorme labor de la ONCE.

Aunque es ciega desde pequeña no fue hasta los 18 años, tras un sinfín de visitas a distintos hospitales, cuando supo que su discapacidad se debía a una atrofia del nervio óptico. Durante estos años -ahora tiene 31- reconoce que ha sentido muy cerca a su familia.

A Andrea le da cierto reparo definirse como profesora -«deberían decirlo los alumnos», afirma- aunque descarta ser un ‘hueso’.
«Creo que no;lo que intento es que aprendan, prepararles lo mejor posible y ayudarles en lo que puedo». Además, intenta transmitirles la importancia del esfuerzo diario. «Les digo que estudiando y trabajando, con mucho tesón, se consiguen las cosas». Ya renglón seguido agrega: «A mí no me han regalado las cosas. He ido como las hormiguitas, poco a poco».

En su tiempo libre, en especial los fines de semana, le gusta ir al pueblo y salir con sus amigos. «Durante la semana preparo las clases para que no me pille el toro, porque mi sistema es mucho más lento».

Andrea no duda en reconocer que su vida no ha sido fácil, pero lanza un mensaje optimista a quienes están en su misma situación y ahora se están forjando un futuro:«No tienen que tener miedo. Con tesón y mucho esfuerzo se van consiguiendo las cosas aunque sea poco a poco. El esfuerzo siempre tiene premio».

Javier Mayorga, psicólogo
«Mi reto es poder seguir siendo una persona útil»

Asegura que su vida ha transcurrido de la mano de la integración. Su problema visual es degenerativo, de ahí que aunque Javier Mayorga pudo hacer la escolarización sin ningún apoyo, a partir del segundo año de carrera, en los años 80, se produjo en su vida un cambio fuerte. «Pasé de poder seguir las enseñanzas en una pizarra y leer libros a no poder y empezar a necesitar ayudas», explica. Entonces los medios eran «precarios», de ahí que los primeros apoyos le llegaron por parte de su familia. «Los primeros libros que tengo grabados en sonoro están hechos principalmente por mi madre, pero también por algún hermano y algún amigo. Aún conservo aquellas cintas».
No le gusta hablar de momentos duros:«Es con lo que te toca vivir. Tienes unas cartas y debes jugar la partida con ellas;no te queda más remedio». Sin embargo, confiesa que estuvo «a punto» de dejar la carrera: «Son momentos en los que te planteas si, con lo que te viene encima, puedes seguir. Pero mis padres me animaron», añade. Gracias a esa dosis de esperanza, ayudas y a «un esfuerzo mayor que el de la mayoría de la gente», lleva ya 29 años trabajando. Ypese a todo, se considera «una persona normal, que he podido ir toreando las circunstancias que he ido teniendo». Eso sí, destaca que «la vida de una persona con discapacidad visual no la podemos entender sin el apoyo de nuestra segunda familia: la ONCE. Yo lo tengo clarísimo y en esto podemos sentirnos privilegiados».

1985 marcó un antes y un después en su vida. Ese año se aprobó la Ley de Integración y fue a partir de entonces cuando se apostó fuerte por que los niños que tenían problemas visuales u otras discapacidades, pudieran ir al colegio «normalmente».

En su caso, tras aprobar la carrera estuvo tres años en paro y después obtuvo una plaza del Imserso, en lo que entonces se llamaba psicomotricista. Sus primeras experiencias laborales, ambas por un periodo de tres años, le llevaron a Béjar y, posteriormente, al centro base de Valladolid, donde trabajó en estimulación temprana con niños pequeños. «Fue una etapa muy bonita; tengo un muy buen recuerdo de ese trabajo», dice. En 1991 recaló en Burgos, ciudad en la que lleva 23 años tras obtener una plaza como psicólogo.

Otro momento importante en su formación fue el periodo 1991-93, cuando cursó un Máster sobre Integración de Personas con Discapacidad en la Universidad de Salamanca, la misma en la que hizo Psicología.

Actualmente lee poco (lo hace a través de una telelupa) y, en este sentido, el ordenador es su mano derecha. «Casi todos los libros están en base electrónica y yo los puedo oír. Eso es una gran ventaja».

A las personas que se encuentran en una situación parecida a la suya les lanza un mensaje optimista:«Podemos salir adelante en la mayoría de las carreras. Ycon esfuerzo y apoyos formales -una clase de un profesor especializado o programas para ciegos, por ejemplo- e informales -todo aquello que los ciudadanos, mis amigos o mis compañeros me hacen a diario- podemos ser competentes».

Para Javier, su principal reto es «seguir estando activo, que la discapacidad no me limite y pueda seguir siendo una persona útil». Y desde su sencillez y modestia solo pide una cosa:«Que se invierta en Educación Infantil para que los niños, desde pequeños, sepan respetar a las personas con discapacidad, pero también a las personas mayores o el medio ambiente. Eso es una asignatura pendiente de nuestra sociedad», concluye.

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